lunes, 18 de junio de 2012

Viernes... nada del otro mundo.

  • 10:00 am: Despertar y hacer tarea, o al menos el inento puesto que no puedo concentrarme totalmente.
  • 11:00 am: Desayunar (Hoy un par de sushibolas, algo de la noche anterior).
  • 1:00 pm: Bañarme para salir a comer con mi prima  y mi mejor amigo.
  • 3:00 pm: Llegó la hora de la comida. No se ve tan mal. Un emparedado de atún con aceitunas, lechuga, jitomate, no muy insano, normal. Dos vasos de limonada mineral... TODO a la boca. A pesar del miedo que me invade por dentro, pero más que mis ganas de comer, por eso como, por miedo a lo que piensen o hagan ellos si dejo algo en el plato, a pesar de que saben todo. Ana  ya no es un secreto.
  • 4:00 pm: ¡Postre! ¡Qué buena idea! ¿No? ¡NO! Helado de crema irlandesa, ve tu a saber cuántas calorías tiene, ya está dentro.
  • 6:00 pm: Hora de trabajar... Y el arrepentimiento llega. No es un día cualquiera, es el día anterior al examen artístico y estoy PESADA, los 43 kilos que pesaba ayer hoy me parecen 50 y difinitivamente es MUCHO.
  • 7:00 pm: Té verde helado, en un vaso lleno de hielos. Se acaba el líquido y mastico los hielos. Prohibido entrar a la cocina... Nada más entrará a mi boca. Suficiente. Más que suficiente, de hecho.
¡Qué miedo! Estoy pesada, mi pansa se ve monstruosa, desaparecieron los huesitos de la cádera. Me niego a sentirme mal por hacer algo que debo hacer, algo que es completamente normal. Comer se hace al menos 3 veces al día, todos los día. PUNTO. Pero estoy tan llena... Y no, ya es muy tarde para vomitar. Y me niego a vomitar.

Nadie dijo que fuera fácil ser una princesa

Nadie dijo que yo quisiera ser una prinsesa. Llegó y no se va. Ana en mí, como una dulce adicción, una loca obsesión. ¡La odio, la amo, la niego, la poseo, la deseo, me repudia y la necesito!


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